La mejor imagen de la Tierra esconde un fascinante ‘enigma descifrado’
Arena blanca, mar azul… La mítica canción de Albano y Romina es pura brisa marina. Nos acaricia el alma desde su mismo título, con su tono naif y unas diáfanas pinceladas de inspiración romántica. Es un día despejado, reinan un cielo azul y la luz del sol, cómplices de un amor desnudo…
Tocando el mismo acorde, ahora la NASA nos invita a dar otro paseo, esta vez uniendo alta tecnología y arte para despertar emociones y hacernos soñar despiertos a través de esta fotografía elegida como la mejor de la Tierra. Se titula Océano de arena y es puro embeleso, un paisaje satelital de aguas cristalinas color turquesa de las Bahamas… pero encierra un enigma que la ciencia ha descifrado. Conocerlo nos ayuda a valorarla de un modo diferente, mucho más rico y emocionante.
A diferencia de la playa del amor a la que nos lleva Albano y Romina, esta una playa distinta, sumergida en el mar de las idílicas Bahamas, unas aguas vírgenes en las que la luz y las dunas de arena componen un magnífico cuadro, conformando la captura satelital ganadora del concurso de la página web del Observatorio de la Tierra de la NASA con motivo del 50 Aniversario del Día de la Tierra, y del 20 Aniversario del Observatorio de la Tierra.
Aunque los datos satelitales que se transforman en imágenes, regalándonos estas joyas, se destinan a la investigación, también muchas de ellas son objeto de admiración, como demuestra la imagen premiada, cortesía de Serge Andrefouet, investigador dedicado a monitorear arrecifes y traductor de los datos facilitados por el satélite para la obtención de esta captura de premio. Pero no solo es oro lo que reluce, veamos qué otro secreto tesoro late en esta escena marinera de auténtico ensueño… ¿Qué misterio esconden esas dunas ricas en biodiversidad?
Las Bahamas, bendecidas por la arena del Sáhara
En la imagen galardonada vemos un paisaje de aguas prístinas y de arenas que esculpen las mareas y las corrientes de agua en el suelo marino de las Bahamas, al contacto con unas dunas submarinas cubiertas de algas, en las que la luz es el pincel que dibuja un fascinante cuadro que nos muestra inefables colores azul turquesa. Una maravilla que, como ha desvelado la ciencia, tiene raíces africanas, pues la riqueza de sus aguas se debe a lo endiabladamente lejos que llega el polvo que impulsan las tormentas de arena del Sáhara. Por otra parte, las aguas han dejado también su huella: “Las mareas y las corrientes oceánicas han esculpido los fondos de arena y las algas marinas en patrones multicolores y estriados”, reza la descripción corta de la imagen en la web del Observatorio de la Tierra de la NASA.
En la descripción más extensa se alude al desierto del Sáhara, haciendo una comparación que nos da una pista al respecto: “Aunque la imagen de arriba puede parecerse a una pintura de la nueva era sacada directamente de una galería de arte en Venice Beach, California, de hecho es una imagen satelital de las arenas y algas marinas en las Bahamas. La imagen fue tomada por el instrumento Enhanced Thematic Mapper plus (ETM +) a bordo del satélite Landsat 7 . Las mareas y las corrientes oceánicas en las Bahamas esculpieron los fondos de arena y algas marinas en estos patrones multicolores y acanalados de la misma manera que los vientos esculpieron las vastas dunas de arena en el desierto del Sáhara”.
Abriendo el foco, la imagen forma parte de otra más amplia, como la que se ve a continuación, idónea como fondo de pantalla a partir de la siguiente imagen, cuyo gran tamaño permite este uso (¡anímate!)… Pero aquí no acaba todo, porque, a su vez, esta imagen forma parte de una tercera en la que podemos contextualizar o ubicarlo de forma similar a como lo haríamos en un mapa convencional.
Una imagen para soñar y reflexionar
Abriendo aún más el foco, la imagen completa abarca un mayor paisaje, y verla íntegra nos ayuda a entender que se trata de una foto satelital, similar a las utilizadas por meteorólogos para realizar predicciones, que tan familiar nos resultan por la pequeña pantalla. Frente a ella, aunque aún conserva buena parte de su magia, nos encontramos ante un paisaje que también hace reflexionar, puesto que el paisaje se conserva así de puro gracias a estar lejos de la presencia humana.
Además, se trata de una vista panorámica de dunas esculpidas por las mareas y las corrientes oceánicas coloreadas de un azul tan hermoso gracias a los lechos de algas que las cubren, es decir, cianobacterias, unos organismos claves en la historia de la vida en la Tierra.
Las fascinantes cianobacterias
Más allá de la descripción geológica de la imagen, en efecto, hablar de agua prístina y de organismos fotosintéticos en lugares poco profundos es hablar del origen de la vida, es decir, de la aparición de vida en nuestro planeta. Sobre todo, porque si en este ecosistema coralino son esenciales para su creación, de forma general puede afirmarse también que no es casual que su visión nos transmite la idea de la vida en estado puro, trayendo a nuestra mente no solo el recuerdo de inefables aguas turquesas, de playas paradisíacas del Caribe… sino inspirando también la metáfora de la inmensidad del mar, su riqueza y variedad de seres que la habitan, así como en el planeta.
Jiri Komárek y Jarka Kómarkova, son grandes expertos mundiales en estos microorganismos, y demuestran su gran conocimiento y pasión por ellos en cada una de sus declaraciones. En una información publicada en Elpais.com con motivo de su visita a Canarias, manifiestan que los consideran “fascinantes” por combinar “las características de bacteria por un lado y de planta por otra”, además de “inventar la fotosíntesis y cambiar la vida en el planeta”.
De hecho, nos dan las claves de la gran sintonía que hay entre ellas y la arena del Sáhara, al afirmar que no solo “son capaces de inyectar oxigeno en la atmósfera y permitir que se generare la capa de ozono” y de colonizar todos los ambientes, sean acuáticos o terrestres, sino de hacerlo hasta “en el punto más árido del desierto del Sáhara, donde se puede encontrar tapices de cianobacterias”.
Yendo más allá, estos microorganismos, a través de mecanismos basados en la simbiosis con otras células, crearon las células actuales de las plantas terrestres. De hecho, la clorofila (responsable de su color verde) demuestra la presencia de las cianobacterias en las plantas, presentes en forma de cloroplastos. “Son por tanto el invento más revolucionario que se ha dado en el planeta, al ser capaces de robar electrones al agua y producir energía y condensar el carbono y como ‘residuo tóxico’ producir oxigeno del que vivimos todos”. De hecho, afirman que “a través de ellas podemos explicar todo lo que nos rodea, el paisaje y hasta a nosotros mismos. Son microorganismos muy antiguos y no han cambiado desde sus orígenes hace 3.600 millones de años”, siendo “los responsables de la evolución en la tierra”.
Asombrosamente, la proliferación de estos organismos microscópicos en este enclave no sería posible sin las arenas ricas en nutrientes que, según concluye un estudio, provienen del mismo desierto del Sáhara y les sirven de alimento. Y, por la misma razón, sin esos minerales llegados de tan lejos, el ecosistema de coloridos arrecifes no se sustentaría, ni atesoraría el esplendor que tanto nos maravilla.
Un prodigioso viaje, origen del increíble paisaje
Conocer estas claves demuestra, una vez más, que una foto es solo un instante que puede guardar sorpresas inimaginables. ¿Y, acaso no es delirante este descubrimiento, clave para entender por qué las cosas son como son, y cómo la belleza de un lugar depende no solo de su ecosistema sino también de un conjunto de ellos que la engloba la ecoesfera. Así lo concluyó, al menos, un estudio de la Escuela Rosenstiel de la Universidad de Miami, sugiriendo que el polvo del Sáhara, rico en hierro, fue clave para la formación de estas islas y la proliferación de las cianobacterias fotosintéticas.
En concreto, el estudio sostiene que altas concentraciones de polvo rico en hierro arrastrados a través del Océano Atlántico desde el Sáhara son responsables de la existencia del Gran Banco de las Bahamas, una plataforma de piedra caliza donde se encuentran estas dunas, un enclave que data, al menos, desde el Cretácico, construido a lo largo de los últimos 100 millones de años de sedimentación de carbonato de calcio.
Este paisaje marino tendría, por lo tanto, un origen inesperado basado en tierra firme, desértica, en realidad, y sería producto de una gran cadena de acontecimientos o reacciones entre materias inertes y vivas separadas por miles de kilómetros, a tenor de este estudio.
El prodigioso viaje partiría de las partículas de polvo, que llegan a las aguas y las islas de las Bahamas procedentes del Sáhara arrastradas por los vientos. Cada año, grandes tormentas de arena soplan millones de toneladas de polvo que llega al sudeste de los Estados Unidos, donde causa cielos nublados y, también proporciona los nutrientes necesarios para alimentar las floraciones de cianobacterias. Estas bacterias, siempre según el estudio, utilizan los minerales del Sáhara para crecer y fijar el nitrógeno de la atmósfera, ofreciendo nutrientes para todo el ecosistema.
A su vez, estas bacterias producen carbonato, plasmándose en las citadas estructuras de carbonato en las aguas circundantes, que también se componen de fragmentos de esqueletos de criaturas marinas, incluyendo corales y foraminíferos. No olvidemos que el carbonato también ayuda a suministrar a los corales el material con el que se constituyen sus esqueletos.
Y el viaje prosigue, pues las corrientes oceánicas y las mareas son las que moldean las dunas, dándoles el aspecto que vemos en la imagen, factores, todos ellos, que componen la sinfónica fisonomía del planeta, incluyendo tanto aquellas notas que nos embelesan como también las discordantes. En este caso, solo podemos admirar la estampa, además de indagar, es decir, ponernos la bata blanca para entender el por qué y el como de tan peculiar resultado para, finalmente, descubrir fascinantes mecanismos geológicos que no hacen sino multiplicar la magia del paisaje.
El Landsat 7, artífice de la captura ganadora
La imagen la tomó el 13 de septiembre de 2002, por el instrumento Enhanced Thematic Mapper plus (ETM +) a bordo del satélite Landsat 7, perteneciente al Programa Lansat, responsable de un conjunto de misiones satelitales de la NASA y el Servicio Geológico de los Estados Unidos (USGS, por sus siglas en inglés) que proporciona el registro espacial más largo y continuo de la Tierra que existe.
Ya casi medio siglo hace desde que, allá en 1972, los satélites de este proyecto comenzaran a recopilar datos para proporcionar información esencial que ayude a tomar decisiones sabias sobre nuestros recursos y medio ambiente. Su recopilación constante de los paisajes cambiantes de la Tierra, por lo tanto, deriva en numerosos beneficios para el planeta, además de ir ampliando un álbum fotográfico reveladora e inspirador, regalándonos la vista con maravillosas imágenes como esta.
Landsat 7, suelo y regiones oceánicas poco profundas
Lanzado en 1999, Landsat 7 se mueve en un una órbita casi circular aproximadamente de polo a polo alrededor de la Tierra y mide la radiación infrarroja y solar reflejada desde la superficie de nuestro planeta. Transmite estas lecturas en forma de datos a las estaciones receptoras en el suelo, y es entonces cuando los científicos pueden convertirlas en imágenes, obteniendo una resolución del orden de 30 x 30 metros y más, por lo que las imágenes no son adecuadas para ver detalles de la superficie del planeta más pequeños que un edificio de oficinas. Sin embargo, son imágenes significativas de la Tierra por resultar extremadamente útiles para mapear y monitorear grandes características de las áreas que captura.
Todo el proceso se realiza mucho más rápido de lo que supondría mapear el arrecife en barco o avión y resulta más económico. En este caso, la escasa profundidad del área y la claridad del agua permite obtener un resultado muy nítido y definido que invita a soñar.
En el concurso se han contabilizado 56.000 votos, y han resultado finalistas 36 preciosas imágenes, que puedes disfrutar aquí. La segunda foto más votada ha sido nos muestra en plena erupción al volcán Raikoke de las Islas Kuriles, una impresionante instantánea tomada en junio de 2019, mientras la tercera es una panorámica del desierto de Namibia titulada “Donde acaban las dunas”, en la que se muestra de forma abrupta la frontera entre arena desértica y tierra, actuando de separación el río Kuiseb.
Finalizamos el post con las otras finalistas, estas dos imágenes que muestran los dos hemisferios de la Tierra, tituladas “Canicas azules gemelas”. Obviamente, hoy menos sorprendentes, pero no por ello deja de ser la combinación perfecta entre tecnología y magia. Tomadas en octubre de 2007, según NASA, representan una fusión de ciencia y arte, y son “una visión de la Tierra desde el espacio que fusiona ciencia y arte, basada en datos de múltiples misiones satelitales y el talento de científicos y artistas gráficos de la NASA”. Son profesionales vocacionales, dedicados en cuerpo y alma a entender los resortes de nuestro hogar, buscando que estas imágenes “inspiren a las personas a apreciar la belleza de nuestro planeta y aprender sobre el sistema de la Tierra”, por lo que los desarrolladores de estas imágenes alientan a los lectores a reutilizar y publicar las imágenes libremente. Lo hemos hecho, felizmente afectados por una curiosidad infinita y una sobredosis de deleite estético, el inevitable Síndrome de Sthendal…